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IGNANA

Mi Historia Personal

Mi Historia Personal Tristemente, y lo digo con la mano en el corazón, sin ruborizarme y sin buscar culpables, mi historia personal en el Arte no es muy extensa. No son muchos los recuerdos que tengo (los años pasan para todos), aunque ahora en algunos ratos libres siempre trato de prestarle más atención a ciertas cosas que años atrás pasaban casi desapercibidas. Tengo muy claro que en estos cuatro meses de curso aprendí más sobre Arte que en los tres años en que con anterioridad estudié Magisterio. Fueron clases intensivas y muy productivas, en las que tuve la suerte de trabajar con algunas compañeras que de esto saben un montón. Con el lógico esfuerzo, poco a poco fui comprendiendo facetas del Arte que nunca tuve muy claras.

Lo cierto es que mi experiencia en la materia que tratamos no es muy amplia. Recuerdo, muy vagamente, que cuando era niño (de eso ya hace unos cuantos años) el tiempo que se le dedicaba a la educación visual y plástica era muy escaso. Me imagino que como es ahora.

Mis recuerdos se centran en pequeños trabajos de manualidades y en algún que otro dibujo que a lo largo de mi aprendizaje tuve que hacer. Pero sin mucha dedicación por parte del profesorado, que siempre vio estas materias como algo secundario. Por aquel entonces, y creo que lo mismo sucede ahora, se centraba casi toda la atención del niño en materias como matemáticas o lengua española. No era mucho el tiempo que se “perdía” en idiomas o en otras asignaturas que se consideraban “menos importantes”. Incluso, cuando realicé mis primeras prácticas de Magisterio (en el colegio público de A Sionlla) el tiempo dedicado a la educación artística era mínimo.

En mi anterior etapa en Magisterio, durante los tres años que cursé la única asignatura relacionada con la educación artística era Dibujo, una materia anual (de primero) en la que apenas se aprendía algo. Durante el curso, de septiembre hasta junio, nos pasábamos dibujando docenas de figuras sin ton ni son, sin ningún tipo de aprendizaje por parte del profesor. Desgraciados éramos aquellos que apenas sabíamos dar dos pinceladas con cierta coherencia, porque la asignatura se nos hacía eterna. Nadie nunca nos enseñó a pintar ni a dar un par trazos con criterio y sentido. La verdad es que no sé cómo fui capaz de aprobar aquella materia. Me gustaría ver hoy el dibujo del examen final para reirme un poco y ver con qué nota calificaría yo mismo mi trabajo.

Independientemente de esta escasa experiencia práctica, durante el bachiller estudié durante algunos cursos la historia del arte. Por aquel entonces nos limitábamos a ver y memorizar muchas pinturas y pintores, esculturas y escultores, etcétera. Más que analizar o estudiar las distintas obras, de lo que se trataba era de chapar y memorizar nombres y más nombres. Pese a todo, uno se va quedando con recuerdos que jamás olvida, que le quedan grabados en ese subconsciente que tan bien nos explicó durante este curso Luis Vidal.

Desde entonces, te quedas con unas sensaciones algo especiales y difíciles de explicar con palabras. Antes, el Arte era pintura (sobre todo), escultura y arquitectura. Así educaron a los de mi generación. Es evidente que el sistema educativo antes, y ahora tampoco, dio facilidades para estudiar Arte. Y no lo entiendo, porque seguramente hoy tendríamos en nuestra memoria muchas más experiencias, datos y vivencias, o sea, todo lo contrario de aquellos tostones que nos obligaban a chapar y que olvidabas cinco minutos después de examinarte.

De aquellos años de bachiller mantengo vivas algunas imágenes, aunque no todas las que yo quisiese. Cierto impacto causó en mí “Los fusilamientos del 3 de mayo”, de Goya, tal vez por mi carácter un poco revolucionario que siempre tuve y que, gracias a Dios, todavía conservo, aunque los años también ablandan a las fieras. Aunque de Goya también mantengo vivas en mi retina la “Maja Vestida” y la “Maja Desnuda”, por aquellos años de estudiante se hacía especial hincapié en grandes artistas como Miguel Ángel (sus trabajos en la Capilla Sixtina y el David eran conocidos como el Padrenuestro) o Rafael o Leonardo. Por supuesto que nadie podía aprobar un curso sin conocer la vida y milagros de Velázquez. Recuerdo “Las Lanzas” o sus “retratos ecuestres”, pero sobre todo “Las Meninas”, un cuadro que casi era como un libro de cabecera.

Por supuesto que durante mis años de aprendizaje no pasaron inadvertidos otros grandes artistas como Van Gogh o Dalí, por citar un par de ellos. Pero el “Guernica” de Pablo Picasso provocó unas sensaciones distintas. Y más ahora que durante este corto cuatrimestre, en compañía de Elena, Rocío y Manuela, pude estudiar y aprender unas cuantas cosas más sobre la vida y milagros de este artista. Una (por desgracia pequeña) experiencia que me ayudó a completar un poco más mi escasísima riqueza artística. Un corto aprendizaje que durante estos años, lejos de las aulas, aunque por supuesto no de la lectura, pude incrementar con algunas visitas a museos, galerías o exposiciones. Unas visitas obligadas cuando viajo por trabajo o por placer a ciudades como Bilbao o como Madrid, en las que casi por necesidad paso unas horas en el Guggenheim o en el Museo del Prado.

Durante este cortísimo cuatrimestre pude conocer más a fondo varios artistas. Incluso alguno de ellos casi desconocido para mí. Trabajé y observé detenidamente la obra de artistas como Franz Marc, Alexander Calder, Rufino Tamayo, Eugene Delacroix, Joán Miró, Kandinsky, Matisse...

Pero, sin duda, me quedo, y sin que le parezca mal a nadie, con “mi” Catedral de Santiago, el orgullo de mi ciudad y una pieza artística que está siempre muy presente en mi corazón, en mis sentimientos más profundos. Una imagen que trasmite mi propio carácter de cara al exterior y llena de orgullo mi personalidad en cada kilómetro que recorro fuera de Santiago y cada minuto que me encuentro alejado de mi ciudad.

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